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jueves, 27 de noviembre de 2008

EL MAGO. La extraordinaria historia de PAULO COELHO

Editorial Planeta
PVP 21€
ISBN 9788408081951
En un feo y gris atardecer de abril de 2005 el enorme Airbus A600 blanco de Air France se posa suavemente en la pista mojada del aeropuerto de Ferihegy, en Budapest. Termina allí un vuelo de dos horas de duración, iniciado en la ciudad de Lyon, en el sur de Francia. En la cabina, la auxiliar de vuelo informa de que son las seis de la tarde en la capital de Hungría y que la temperatura es de ocho grados centígrados. Sentado junto a la ventana de la primera fila de clase ejecutiva, con el cinturón de seguridad abrochado, un hombre de camiseta negra levanta la vista y observa un punto abstracto más allá de la cortina divisoria que tiene delante. Indiferente ante la curiosidad de los demás pasajeros, y siempre con los ojos puestos en el mismo sitio, levanta los dedos índice y corazón de la mano derecha, como si bendijese, y permanece inmóvil unos instantes. Cuando se levanta para coger la mochila del portaequipajes, con el avión ya parado, se ve que va completamente vestido de negro: calzado de lona, pantalones vaqueros, camiseta, todo negro. De hecho, alguien dijo en cierta ocasión que, de no ser por el brillo malicioso de su mirada, podría ser confundido con un sacerdote. Por un detalle de su traje de lana, también negro, los pasajeros -los franceses al menos- se percatan de que su compañero de viaje no es un mortal común: sujeto a la solapa, el broche de oro esmaltado en rojo, poco mayor que un microchip de ordenador, le revela a la multitud que su portador es un Chevalier de la Orden Nacional de la Legión de Honor, la más alta y codiciada condecoración de Francia, creada en 1802 por Napoleón Bonaparte y sólo concedida por decreto personal del presidente de la república. La insignia recibida por orden de Jacques Chirac, sin embargo, no es el único signo exterior de singularidad. De los escasos cabellos blancos, cortados a navaja, resalta un mechón sobre la nuca, una pequeña cola de caballo también blanca, de cuatro dedos de largo: es la sikha, penacho usado por brahmanes, hindúes ortodoxos y monjes hare krishna. El bigote y la perilla blancos, cuidadosamente recortados, rematan la parte inferior de un rostro delgado y saludable, bronceado por el sol. Con 1,69 m de altura, es un hombre delgado aunque musculoso, sin un gramo de grasa visible en el cuerpo.
Con la mochila a la espalda y muchas ganas de fumar, se mezcla con el rebaño de pasajeros en los pasillos del aeropuerto, llevando en los labios, apagado, un cigarrillo Galaxy Light, fabricado en Brasil. En la mano lleva un mechero Bic preparado para ser encendido en cuanto esté permitido, lo que no parece que vaya a ser pronto. Aunque uno no sepa húngaro ni el significado de la expresión Tilos adohányzás, por todas partes se pueden ver las placas con un cigarrillo encendido atravesado por una línea roja. Budapest también cedió a la fobia antitabaquista y no se puede fumar en ningún lugar del aeropuerto. Parado ante la cinta de recogida de equipajes, el hombre de negro observa con ansiedad la pared de cristal transparente que separa a los pasajeros internacionales de la entrada principal del aeropuerto de Ferihegy. Gracias a un truco del dueño, la maleta negra de ruedas se puede reconocer de lejos: es la que tiene un corazón blanco dibujado con tiza. Y es tan pequeña que podría haberla embarcado como equipaje de mano, si no fuera porque detesta cargar con cosas.
Al cruzar la vidriera después de pasar por la aduana, descubre, visiblemente desconcertado, que su nombre no está en ninguna de las placas exhibidas por los conductores y agentes de turismo que esperan a los pasajeros de aquel vuelo. Y, más grave aún, tampoco están esperándolo fotógrafos, reporteros ni cámaras de televisión. No hay nadie. Camina hasta la calle mirando a un lado y a otro y, antes incluso de levantar la solapa de su chaqueta para protegerse del frío viento que barre Budapest, enciende el Galaxy y le da una calada tan honda que carboniza medio pitillo. Los demás pasajeros de Air France se van dispersando en autobuses, taxis y coches particulares; la entrada del aeropuerto queda desierta, y la decepción da lugar al mal humor, a un pésimo humor. Enciende otro cigarrillo, hace una llamada internacional por el móvil y farfulla en portugués, con un fuerte acento carioca y la voz levemente nasal:
-¡No hay nadie esperándome en Budapest! ¡Sí! Has oído bien.
Repite palabra por palabra, como si quisiera martillar cada una de ellas en la cabeza de su interlocutor:
-Eso mismo: no-hay-nadie-esperándome-en-Budapest. No, nadie.
¡He dicho que nadie!
Cuelga sin despedirse, apaga el pitillo en una papelera, enciende otro y camina arriba y abajo con aire desolado. Ya han pasado quince interminables minutos desde el desembarco cuando oye un tropel familiar. Se vuelve hacia el lugar del que proviene el ruido y sus ojos se iluminan. Una enorme sonrisa aparece en su rostro. El motivo de su alegría está a pocos metros de allí: un grupo de reporteros, fotógrafos, cámaras y paparazzi corren hacia él gritando su nombre, casi todos con micrófono y grabadora en la mano. Detrás de ellos viene un grupo más numeroso, los fans.

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Paulo Coelho es retratado como un superviviente por su biografía "El Mago"
Madrid, 26 nov (EFE).- Un superviviente. Así define el periodista brasileño Fernando Morais al escritor Paolo Coelho después de haberse zambullido en la vida de este singular autor, todo un fenómeno con más de cien millones de libros vendidos, para escribir su biografía en la que revela un pasado con manicomios, drogas y violencia. Seguir leyendo el arículo
Foto y Vídeo relacionado Ampliar fotografía "El Mago", es el título de esta biografía de casi setecientas páginas, que publica ahora Planeta, todo un acontecimiento en Brasil, donde Coelho es "como un dios", y traducida ya a 20 idiomas.

Un libro que le ha llevado a Fernando Morais ha adentrarse por primera vez en el universo del autor de "El alquimista", a través de tres años de contacto diario, investigación y análisis minucioso de sus diarios personales, 170 cuadernos y 94 cintas de casetes de hora y media de duración, que el escritor brasileño iba escribiendo y grabando desde que tenía 10 años hasta los 50.

Un material que estaba en un baúl cerrado con candados en la casa del escritor en Brasil y que Coelho quería que se quemase cuando él muriera, según tenía escrito en su testamento -un texto que cambia una vez al año-, pero al que finalmente pudo acceder Morais, a cambio del reto que le lanzó Coelho: que descubriera quién fue el militar que le arrestó y torturó en 1969, según relata a Efe el biógrafo.

Una vez hallado el personaje, Morais abrió la caja de pandora, y en ella descubrió "un material bomba", testimonios de una vida salvaje salpicada con toda clase de sufrimientos desde que nació.

"La sorpresa es que esté vivo. Nació prácticamente muerto, por problemas con el líquido amniótico que le causaron una lesión enorme en el pulmón, sus padres, muy conservadores, le metieron en una escuela de jesuitas, donde todo era pecado y cuando llega a la adolescencia reacciona a este cristianismo metiéndose al satanismo, con brujerías y sacrificios de animales domésticos. Se convierte en un rebelde pésimo alumno", explica Morais.

A esto le siguieron la reclusión en tres centros siquiátricos, los electrochoques, la experiencias con toda clase de drogas (viajó por todo el mundo para conocerlas), el teatro sin rumbo, las relaciones abiertas con sus parejas y sus experiencias para saber si era homosexual o no, el testimonio de cuando aplastó un cigarrillo en la pierna de la que entonces era su novia, y una frustración, "porque él desde que era pequeño quería ser escritor y esto no llegaba", argumenta el biógrafo.

Se hace millonario cuando era joven con la música, pero Coelho no quería, hasta que llega el punto de inflexión, en febrero de 1982, cuando hace un viaje por Europa como hippy rico y tiene una revelación en el antiguo campo de concentración de Dachau (Alemania).

Y ahí, en palabras de Morais, el escritor se transforma: abandona las drogas, el satanismo, los matrimonios múltiples y se casa con la mujer que vive hoy.

Después aparecerá El Camino de Santiago, "lo más simbólico de su vida", y el éxito con la obra "El peregrino".

"Hoy Coelho es un hombre realizado que conecta con millones de gentes de todo el mundo, que gusta a políticos y gente de todo el planeta, que sorprende por su sencillez y humildad, que no vive como una estrella y que sin hacer ruido da mucho dinero a los más desfavorecidos", recalca este biógrafo, quien considera que la vida de Coelho es "un regalo" para cualquier periodista y escritor.

"En Brasil la gente me dice que Coelho no espera nada ya, no quiere el Nobel, sólo le queda ser santo", concluye Fernando Morais.
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1 comentario:

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